Hoy, fui a ver la película de Michael (o Maikol, para los verdaderos fanáticos). Al principio, me senté con un poco de aprehensión. Pero mientras pasaban los minutos, fui (re)descubriendo a ese artista que, pedófilo o no, hizo vibrar a una generación.
Hace unos meses, mi amiga Vicky Loo me preguntó "por qué tanta excitación con MJ? Qué hizo realmente, además de violar a pendejos?" y entre risas por ese comentario taaaaan Vicky, me puse a pensar en el aporte de MJ para con la música. La realidad, nos guste o no, es que hay un antes y un después de Michael Jackson. Pasa con los grandes, nomás. Chuck Berry, Johny Cash, Elvis, incluso mis tan odiados Beatles. Rompieron con el paradigma y se hicieron notar.
Pero también me di cuenta de que todos le dimos la espalda a Michael. En vez de recordar su moonwalk, su patada para el costado, sus canciones impecables desde la primer nota hasta el último compás de la batería, su guante blanco y sus pantalones negros cortos que dejaban ver las medias blancas y sus mocasines de nene de colegio católico, nos concentramos en lo que pudo haber llegado a hacer (o no).
Ojo, no estoy reinvindicando la pedofilia; es más, me parece que los pedófilos merecen ser tratados igual o peor que los violadores. Solo digo que se juzga a Michael, el artista, por los actos que hizo Michael, la persona. Y cuando se hablaba de el, de su talento (porque lo tenía, y eso es indiscutible), siempre se caía en el "bueno, pero violó pendejos". A veces, hay que separar los tantos.
Por eso, cuando terminó la película, llegué a 2 conclusiones con respecto a MJ:
1. Era una de las personas más solitarias del planeta, y esa soledad se exacerbó cuando todos aquellos que lo admirábamos, le dimos la espalda en su momento de mayor necesidad;
2. El flaco no era de este mundo (nadie más baila ni bailará como el).
C'est tout!
