Soñé algo agridulce. Soñé que hablaba de nuevo con mi papá. Soñé que lo abrazaba, que le pedía que me cuente historias (sus historias, mis historias, historias de gente que conoció y que no recordaba bien qué había sido de ellos), soñé que simplemente quería oír su voz.
Lo triste, más allá de que sólo fue un sueño, es que yo hacía todo esto porque sabía que ese domingo, él se iba a morir. Entonces tenía la necesidad de absorber todo el conocimiento posible. Le preguntaba que hacer con mi vida, que me ayude a pararme, que me ayude a no perderme más. Que me de la sabiduría para poder afrontar los problemas que pudiesen aparecer. Le pedía que me abrace. Le pedía que no me deje sola. Le pedía que se quede conmigo.
Y me desperté.
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