Friday 15 January 2010

To die by your side is such a heavenly way to die

Charlotte York, en Sex and the City, les comentaba a sus amigas que los hombres eran solo una manera de divertirse, y que ellas eran sus respectivas almas gemelas. No me parece tan errado.

Pero voy por más y creo que los amigos en general pueden serlo. Si son los correctos, obviamente.
Ahora, ¿qué pasa cuando estabas convencida de que un puñado de ellos lo eran, pero con el correr del tiempo te demuestran que no son eso, ni por casualidad? Duele, obvio. Duele ver la traición, la falta de interés por recomponer lo que queda de relación, y te empezás a preguntar si realmente vale la pena intentar salvarla. Porque una vez que las cosas se rompen, no vuelven a ser lo mismo.

Hace unas semanas, mientras hablaba con Vaner sobre un cumpleaños, quise explayarme en lo que sentía. "No puedo explicarlo mejor que de esta manera: siento como si yo hubiese tenido una remera, ¿no? Bueno, pero de repente me la saqué, y otra persona la usó. Dejó su olor, su forma, su esencia impregnada en esa remera. Después me la volví a poner yo. Era mi remera, se sentía como mi remera, se veía como mi remera. Pero algo había cambiado. Por ahí, imperceptible para todos; menos para mí".

Hay veces que lo único que se necesita es un cambio minúsculo. Invisible para el resto, pero asquerosamente evidente para uno mismo. Y eso pasó con 3 amistades demasiado cercanas a mi corazón; si bien el motivo de la ruptura no fue algo diminuto y casi casi imperceptible (sino más bien todo lo contrario), lo que le agregó insulto a la herida fue la falta de movimiento después del hecho.

Eso duele. Ver que realmente no importaste demasiado en la vida de esas personas... porque, si lo hubieses hecho, las cosas ahora serían distintas. O tal vez no, pero hubiese sido lindo ver como trataron.

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